Cuando en mayo del año pasado la
Universidad abrió las puertas del Centro Tecnológico Comunitario
no sospechó del crecimiento casi geométrico de la demanda
estudiantil para usar sus instalaciones. Eso es lo que se puede observar
ahora, a 16 meses de aquella habilitación, y en el movimiento diario
de alumnos –y también algunos docentes- que entran y salen a cada
hora de la sala instalada en el corazón del campus.
En el lapso producido desde su apertura hasta la fecha, algo más
de 13 mil turnos se han otorgado para el uso de las computadoras conectadas
a Internet y que los usuarios destinan para completar sus trabajos prácticos
y elaboración de textos. La cantidad que muestran los registros
grafica de manera elocuente el éxito de la propuesta iniciada sin
demasiadas ambiciones en 2002, y que además, por lejos justifica
el aporte del Estado a un proyecto de orientación comunitaria (como
su nombre lo indica) pero que lamentablemente en otras experiencias de
la ciudad y el país –vale decirlo- ha dejado mucho que desear.
Recurso indispensable
El Centro Tecnológico de la UNRC se ha convertido en un recurso
casi indispensable para una buena porción de los alumnos que cursan
las diferentes carreras. Hasta diciembre del año anterior sumaron
7 mil los usuarios que desfilaron por el lugar, mientras que en lo que
va de 2003 (febrero en adelante) ya son más de 6 mil las personas
que cubrieron turnos. Tomando en consideración la demanda de este
ciclo, se refleja que por mes un promedio de 857 estudiantes y docentes
usa los equipos, o si se quiere, casi 40 por día.
La secretaría de Extensión y Desarrollo puso en marcha
el programa Informática Región Centro que coordina el funcionamiento
del CTC, pero que también se ocupó en dar un paso más
en la temática: “desde hace un tiempo impulsamos de manera sostenida
acciones conjuntas con más de un centenar de Centros Tecnológicos
Comunitarios”, sostiene Jorge Guazzone, responsable de la dependencia.
Especialista en computación, en diálogo con Hoja Aparte,
destaca “la buena respuesta que se ha obtenido con la puesta en marcha
de este CTC en la propia universidad, ya que para muchos estudiantes se
ha convertido en una verdadera herramienta de trabajo para avanzar en sus
estudios, por eso buscamos mejorar en cada jornada este servicio, que es
gratuito y para toda la comunidad”.
Entusiasmado con la charla y con su tarea frente a la PC, Guazzone
hace un alto en el camino para luego enfatizar en uno de los cometidos
que por ahora más lo apasiona. “Es realmente importante la coordinación
que se pudo alcanzar con muchos CTCs de la región y provincias vecinas,
básicamente hemos desarrollado actividades de capacitación
que en los últimos tres años alcanzaron a unas 6 mil personas”.
A principios de año se promocionó y fundó la flamante
Asociación de Coordinadores de CTC, contando para ello con la activa
participación de representantes de distintos puntos del país.
La entidad ya planifica una serie de tareas para reimpulsar el funcionamiento
de los Centro Tecnológicos (ver aparte).
Horas en el CTC
Cualquiera que pase frente al aula donde funciona el CTC universitario,
sino está debidamente informado seguro interpretará que se
trata de una cuidada clase de informática (o algo similar) donde
los alumnos exigen al máximo su nivel de concentración. En
realidad se trata de estudiantes -eso sí- que bucean en la red o
tipean sus trabajos para cumplir con exigencias académicas. Cada
uno en el equipo asignado cumpliendo con sus tareas, generalmente sin límites
de tiempo y bajo un manto de silencio que da envidia a los que deambulan
por la Biblioteca. Por eso parece una clase práctica en lugar de
un espacio abierto al público.
Una amplia mayoría de usuarios son estudiantes, pues el 95%
de los turnos otorgados son para alumnos, quedando el resto para docentes,
graduados y no docentes que rara vez reservan un lugar. De acuerdo con
las planillas que se llenan durante cada jornada se desprende llamativamente
que más del 70% de los alumnos que concurren al CTC pertenecen a
carreras de la facultad de Ciencias Humanas, mientras que prácticamente
el resto se divide entre los que proceden de Agronomía y Veterinaria
y Ciencias Exactas. Muy pocos llegan desde Ciencias Económicas o
Ingeniería. Al menos, así resultaron los datos observados
del movimiento producido en el pasado mes de agosto.
Las razones de esa diferencia podrían asentarse sobre la elevada
cantidad de alumnos que posee la unidad de orientación humanística
y social y la consecuente reducción de espacios (cubículos
y equipamiento informático) en cada departamento.
Por las dudas, no está de más mencionar que el uso del
CTC es absolutamente gratuito y los usuarios cuentan con la posibilidad
de imprimir hasta tres páginas sin costo alguno. Cuando se trata
de trabajos más extensos, se exige un precio especial que aún
resulta ventajoso para los flacos bolsillos de muchos universitarios.
Si quedan dudas aún sobre el movimiento diario de gente en el
CTC, alcanzará entonces con solicitar un turno (aunque más
no sea por curiosidad); la demanda es tan elevada que deberá considerarse
una persona de suerte si obtiene un lugar para los próximos siete
días. Si, leyó bien, una semana para tener un lugar asegurado
para sentarse a trabajar cómodamente en una de las 10 computadoras
instaladas. De todas formas, siempre se hace un espacio para las urgencias
con las que suelen aparecen diariamente los alumnos.
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Jorge Guazzone
Las escuelas secundarias también
El funcionamiento del CTC de la Universidad no termina con la atención
de los pedidos de los estudiantes, pues se podría afirmar con mayor
tino que comienza con esa masiva demanda para seguir después con
la cobertura a necesidades de diferentes sectores educativos.
En este Centro Tecnológico para la comunidad, alumnos provenientes
del nivel medio llegan semanalmente para aprender a usar Internet, y de
esa manera contar con una herramienta más (hoy indispensable) en
su proceso de formación intelectual.
Según detalla Guazzone, «constituye un orgullo para nosotros
poder realizar este mínimo aporte para los chicos que cursan el
secundario, acá llegan varios cursos enteros con sus profesores
y durante tres horas trabajan de a dos en las computadoras».
Así es como llegan combos de alumnos de centros educativos de
Las Higueras, Charras, del barrio Alberdi de esta ciudad, mientras que
otros establecimientos gestionan sumarse a esa iniciativa.
Durante la noche, el aula destinada para esta actividad sigue con sus
puertas abiertas. Allí es cuando más de 40 docentes de diferentes
niveles educativos de Río Cuarto la ocupan para desarrollar el Trayecto
de Informática Educativa.
Hay más porque los movedizos alumnos del Programa Educativo
de Adultos Mayores también tienen reservados espacios fijos para
el acceso al CTC.
Sin exagerar, todos tienen lugar en el CTC universitario si se trata
de acceder a una computadora. Será en ese marco, muy probablemente,
que atento a las crecientes necesidades de varios sectores de la comunidades
universitaria y educativa en general, se acaba de abrir una nueva aula
con las mismas características y muy cerca de la que ya se encontraba
en funciones.
Una Asociación en marcha
El pasado 29 de agosto se reunió en la Universidad la mencionada
Asociación de Coordinadores de CTC. Allí se delineó
una larga lista de actividades a emprender para mejorar las condiciones
en que se encuentran muchos Centros Tecnológicos de la región.
Para la captación de nuevos socios, se establecerá un
contacto personal con cada CTC del país, a los efectos de invitarlos
a integrar la ACCTC, sobre todo por los beneficios que ello acarrea.
Por caso, mencionan los descuentos en insumos y seguros para el CTC, capacitación
a cargo de la UNRC, desarrollo de seminarios en cada localidad y participación
en proyectos de certificación de competencias para la comunidad.
Se decidió presentar notas al Presidente de la Nación,
al Secretario de Comunicaciones y al Secretario de Desarrollo Social para
poner en conocimiento sobre la situación de los CTC y la preocupación
de la ACCTC por el futuro de los mismos.
Los coordinadores resolvieron solicitar incorporación de la
ACCTC al Foro del Sector Social de la Nación, considerando que será
sumamente positivo pertenecer a ese organismo.
Se han completado exitosamente las formalidades necesarias para lograr
la obtención de la personería jurídica, restando ahora
esperar por el otorgamiento de la misma.
Además, ya se fijó un calendario inicial para el 2004,
el cual incluye capacitación en Informática a niños
de 4 a 10 años, desarrollar el PEAM (Programa Educativo para Adultos
Mayores) en las localidades de los coordinadores asociados, formación
a coordinadores de la entidad en Marketing del CTC y Diseño
de sitios Web. También, se dará continuidad a las actividades
técnico-pedagógicas de potenciales nuevos integrantes, habrá
gestiones para que la UNRC certifique las capacitaciones bajo figuras
de reconocimiento especial y se realizará una encuesta en cada localidad
sobre el impacto que el CTC ha producido en la comunidad.
El Estado que olvida
¿Cuántos ejemplos se pueden hallar sobre la insana costumbre
del Estado nacional de iniciar proyectos y dejarlos a mitad de camino?.
Muchos, es cierto. Como tantos argentinos habitan este suelo, tal vez.
Pero un rápido ejercicio que refresque la memoria debe servir para
la superación colectiva.
No hace falta retrotraerse mucho tiempo atrás para recordar
los últimos coletazos del gobierno de Carlos Menem y ubicar allí
encendidos discursos del por entonces secretario de Comunicaciones, Germán
Kammerath. El hoy devaluado intendente de Córdoba desparramaba anuncios
sobre la apertura de Centros Tecnológicos Comunitarios a lo largo
y ancho del país, como forma de acercar la tecnología a todos
los sectores de la población, sobre todo garantizando el acceso
a la red de redes a organizaciones justamente comunitarias, que por entonces
-fines de los 90- demandaban un acercamiento a los nuevos recursos de información
y educación.
A no dudarlo, se trató de una muy buena iniciativa, que casi
no reconocía antecedentes en América Latina. Fue así
como la Nación invirtió una suma millonaria y desparramó
equipos de computación de última generación hasta
en los rincones más insospechados.
Por eso, a la fecha, existen 787 CTC producto de aquel intento. Sólo
en Córdoba es posible observar más de un centenar. En Río
Cuarto, fueron cinco las entidades beneficiadas, Bomberos, la Biblioteca
Moreno, el Círculo Vecinal, el club Alberdi y la UNRC. Al respecto,
sólo es posible dar crédito a una verdadera función
comunitaria la labor que se lleva adelante en el CTC descripto en estas
páginas.
La inestabilidad económica y sobre todo política terminaron
por dejar a su suerte la operabilidad de estos Centros, y con ella el rol
social para el que fueron habilitados.
Por suerte, asociaciones como la recientemente conformada para coordinar
estas sedes, constituyen las poleas de cambio y transformación que
el Estado «naturalmente» olvida.
Sergio Rivarola |