“Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes
de la naturaleza, sino por nuestras instituciones, cuán grande es
nuestro pecado”
(De Darwin, en El viaje del Beagle, lúcidamente recordado por
Stephen Jay Goudl, 1996)
¿Es posible proponer, con visos de realidad, una enseñanza
universitaria que favorezca la creatividad?, ¿es lícito considerar
el desarrollo de la creatividad como una meta social de la universidad
pública?
Probablemente, aún para los entrenados ojos del lector de investigaciones
en ciencias sociales, resulte curioso el reconocimiento de las representaciones
contradictorias que pueden evocar las preguntas planteadas. Ello porque
las metas abiertamente declaradas de la educación universitaria,
en el sentido de promotora de las siempre respetadas habilidades de pensamiento
crítico y creatividad, parecen coexistir con el reconocimiento —menos
confesado pero ampliamente difundido— de las dificultades que se presentan
para lograr tales desempeños, en una universidad que quiera permanecer
abierta y comprometida con los problemas más inmediatos de la sociedad
que la sostiene.
Entendemos que las respuestas contradictorias –y hasta el marcado escepticismo—
que puedan generar las preguntas iniciales tienen mucho que ver con el
modo en que se entienda la creatividad.
El propósito de este artículo es contribuir a ubicar
el problema de la creatividad en la consideración de docentes e
investigadores interesados en el campo de la educación superior.
Argumentaremos acerca de la legitimidad de su estudio y de la posibilidad
de tratarla como una meta valiosa para la universidad pública. Si,
como sostenemos en esta comunicación, la creatividad consiste en
generar algo verdaderamente nuevo y suficientemente valorado en una cultura,
entonces las metas de la creatividad no resultarán extrañas
o incompatibles con aquellas que apuntan a solucionar los problemas de
la sociedad.
Hemos organizado la exposición en dos secciones: en la primera,
presentaremos algunos desarrollos relativos a la naturaleza de la creatividad
y en la segunda consideraremos la creatividad como meta de la enseñanza
universitaria.
NATURALEZA DE LA CREATIVIDAD
En un reciente trabajo, Sternberg y Lubart (1997) observan con preocupación
que la mayoría de las personas piensan que la creatividad es una
cualidad reservada a unos pocos elegidos..., generalmente aquellos que
trabajan en áreas artísticas como la música, la escultura
o la pintura. Se puede encontrar un ejemplo de estas concepciones en las
imágenes que se evocan cuando se quiere hacer referencia a personas
creativas. Estas imágenes refieren a personalidades como Einstein,
Picasso, Galileo, tal vez Mozart o Beethoven; pocas veces se piensa en
Gandhi, Julio Boca, Los Beatles o Virginia Woolf y es mucho menos usual
que se incluya en esa categoría o se le adjudique alguna de esas
cualidades a mecánicos de autos, cirujanos, albañiles, como
tampoco a los muchos teóricos y científicos que desarrollan
silenciosamente tareas relevantes y creativas.
Con gran agudeza algunos investigadores han advertido sobre el peligro
de estas concepciones, señalando que ellas obstaculizan el desarrollo
del potencial favorable a la creatividad de quienes consideran que nunca
podrían ser capaces de desempeños creativos (Perkins, 1990;
Sternberg y Lubart, 1997).1
Hasta hace poco más de 10 años, también en la
literatura especializada se consideraba que la creatividad era una cuestión
personal e individual; se describía a la persona creativa mediante
cualidades tales como: inteligencia, pensamiento divergente, flexibilidad
simbólica y figurativa, fluidez en la expresión, variedad
y originalidad en las respuestas, asociaciones mentales frecuentes... todas
ellas conjugadas en personalidades algo excéntricas y poco convencionales.2
En ese mismo sentido se desarrollaron los tests de creatividad, usualmente
interesados en medir los rasgos personales que hacían posible
la resolución de problemas pero que dejaban de lado muchas aristas
importantes del comportamiento creativo.
Creatividad: de cualidad individual a sistema de interacciones.
En una crítica clara de las interpretaciones recién comentadas
y en lo que ayuda a comprender la orientación temprana de los estudios
sobre creatividad, Isaksen y colaboradores observan que:
“(...) En el pasado, los investigadores trataron la naturaleza multifacética
de la creatividad intentando discriminar y separar áreas manejables
en la investigación. Este enfoque separatista permitió a
los investigadores focalizar su atención sobre variables dentro
de una única dimensión específica, sin interés
por los potenciales efectos de interacción creados por las otras
variables. Más aún, dentro de cada dimensión los investigadores
a menudo adoptaron un enfoque reduccionista. Esto es, la meta principal
de muchas investigaciones tempranas fue reducir una dimensión de
creatividad, generalmente, las cualidades de la persona, a sus variables
más básicas o fundamentales ... Aún cuando este enfoque
permitió a los investigadores manejar eficientemente y con algún
grado de precisión operacional la naturaleza dinámica de
la creatividad, no reflejó adecuadamente la naturaleza multifacética
del fenómeno de creatividad. (...) no demostró cómo
estas variables interactúan en situaciones reales para influir en
la productividad creativa“ (Isaksen et al., 1993 :150).
Una línea de investigación que produjo contribuciones
interesantes en este último decenio y que representa una perspectiva
más ecológica en el sentido reclamado por Isaksen, es la
que ha desarrollado el húngaro Mihaly Csikszentmihalyi (1998) y
que ha sido retomada casi sin modificaciones por Howard Gardner (1995).3
El primer gran cambio que produce Csikszentmihalyi (1998) en la orientación
de los estudios de creatividad reside en que en lugar de preguntarse qué
es la creatividad, comienza preguntándose en dónde está
la creatividad.
Haciendo gala de una lógica científica rigurosa, Csikszentmihalyi
(1998) sostiene que para que un producto —sea éste concepto, obra
o acción— sea considerado creativo es necesario algo más
que el aval que les proporciona el haber sido concebidos por una actividad
mental interna de personas especiales. Al igual que en ciencias, en la
consideración de la creatividad no hay forma de corroborar la bondad
y originalidad de un resultado si antes no se lo somete a la evaluación
social y se lo acepta como tal. En este sentido, la creatividad aparece
más como un fenómeno sociocultural, ligado a contextos históricos
particulares que como una propuesta individual. La productividad creativa
no se produce, entonces, como un resultado de lo que está presente
–o ausente– dentro de un individuo sino que es necesario considerar también
a otra gente, sus tiempos, lugares, ambientes, conocimientos y estrategias
disponibles —sean éstas de uso individual o requieran del trabajo
colaborativo de un grupo de personas— (Isaksen et al., 1993).
Los diversos factores mencionados, son usados por Csikszentmihalyi
(1998) en la elaboración de un modelo de sistemas en el que intervienen
por lo menos tres componentes: el campo, el ámbito y la persona.
Desde esta perspectiva, reiteramos, el rasgo de creatividad individual
puede ayudar a producir una novedad que modifique el campo correspondiente,
pero sería erróneo considerarla como condición única
y suficiente. Veamos con mayor detalle en qué consisten y cómo
interactúan estos tres componentes del sistema que lleva a la creatividad
cultural.
Los campos de conocimiento y acción
El campo incluye las reglas, procedimientos y desarrollos simbólicos
que definen y le dan identidad a las diferentes áreas del saber
y del hacer. El atributo principal en la definición de un campo,
dentro del modelo de sistemas es el de conocimiento mediado por símbolos,
conocimiento que se desarrolla y se adquiere deliberadamente dentro de
una cultura. Este conocimiento trasmitido mediante símbolos conforma
campos separados que tienen “sus propios elementos simbólicos, sus
propias reglas, y generalmente ... su propio sistema de notación.”
(Csikszentmihalyi, 1998 :56). Como ejemplos de campos, en el sentido en
que lo estamos considerando, podemos citar las matemáticas, la música,
la pintura, el derecho, la enfermería... Cada campo constituye un
microcosmo en donde los iniciados (aprendices o expertos) pueden pensar
y actuar con propiedad y pertinencia de acuerdo a los contenidos y antecedentes
de la cuestión tratada, en congruencia con los desarrollos presentes
y con los límites y posibilidades de nuevas formulaciones.
Hay tres dimensiones de los campos que tienen que ver con las aportaciones
creativas; ellas son: la centralidad del campo dentro de la cultura, el
nivel de estructuración y su accesibilidad. Naturalmente estas características
no pueden considerarse de manera totalmente separada porque la importancia
de un campo para una cultura tiene múltiples y sutiles vinculaciones
con el interés y la motivación de las personas para trabajar
en ellos. La accesibilidad, entendida como la facilidad para apropiarse
del conocimiento de un campo dado tiene que ver con la preparación,
o el tiempo necesario para lograr contribuciones novedosas; aspecto que
se vincula también con el grado y claridad de organización
del campo ya que cuando el conocimiento está mejor organizado, resulta
también más fácil su apropiación por parte
de los individuos y en consecuencia es también más cierta
la posibilidad de contribuir en su ampliación (Csikszentmihalyi,
1998).
Pero tal vez más interesante que los criterios que sirven para
diferenciar entre campos, sean los aspectos o funciones comunes que ellos
desempeñan en una cultura. Se trata precisamente de la posibilidad
que cada campo ofrece para ampliar las fronteras de lo dado biológicamente,
una ampliación en los modos de ver y de relacionarnos con el mundo.
Asimismo, el sentido de trascendencia, de legar algo que contribuya a mejorar
el mundo en que vivimos, es otro aspecto común al desarrollo de
los diferentes campos.4
Si bien hemos seguido de cerca en nuestra exposición, los planteos
de Csikszentmihalyi (1998), vale la pena mencionar que esta idea de campo,
está igualmente presente en otros desarrollos actuales acerca del
tema. Margaret Boden (1991), por ejemplo, nos propone la consideración
de un espacio conceptual, entendiendo por tal los principios de organización
que unifican y dan estructura a un dominio dado de pensamiento. Estos espacios
conceptuales son los que delimitan el rango de posibilidades para la producción
creativa. Otro trabajo en el que se puede leer una idea similar es en el
de Montgomery y colabaoradores (1992), quienes presentan una sistematización
de los factores y dimensiones que deberían considerarse en una teoría
de la creatividad. Uno de estos factores, al que llaman herramientas conceptuales
hace referencia a modelos o teorías y a procesos implicados en la
producción creativa.5
Los ámbitos de producción
Los campos de acción y conocimiento a los que nos hemos referido
se desarrollan en ámbitos formados por los “expertos de un campo
determinado cuyo trabajo incluye emitir un juicio sobre lo que se realiza
en dicho campo; los miembros del ámbito eligen de entre las novedades
a aquellas que merecen ser incluidas en el canon” (Csikszentmihalyi, 1998
:62). Tenemos entonces que el ámbito de cada campo se constituye
en definitiva en la instancia que permite o impide el paso de nuevos modos
de acción, de nuevas ideas y obras. De este modo, los campos evolucionan
o se estancan al influjo de sus propios ámbitos; los hay muy conservadores,
donde no se da la bienvenida a las perspectivas novedosas por interesantes
que éstas fueren; hay también ámbitos muy permisivos
donde se da por sentado que toda nueva propuesta debe integrarse en el
corpus del campo correspondiente son éstos los que confirman su
identidad o provocan la conformación de otros campos, más
específicos o más contemporizadores.
Hay dos precisiones que podrían añadirse a esta descripción;
una de ellas relativa a la competencia de las personas que constituyen
el ámbito que efectivamente decide acerca de cuáles son las
novedades que van a ser aceptadas; otra, respecto de la amplitud del ámbito
pertinente a cada campo. Respecto de la primera precisión, Csikszentmihalyi
menciona las intromisiones de la Iglesia, de partidos políticos
u otros grupos de presión en la aceptación o rechazo de las
novedades. El caso de las tesis de Galileo acerca del movimiento de rotación
de la tierra, el ostracismo al que se condenan artistas, intelectuales
y científicos en diferentes regímenes autoritarios son testimonios
claros y dolorosos de estas intromisiones. Por cierto, hay también
ejemplos de influencias que operan en sentido favorable a la producción
creativa.
Por otra parte, la amplitud del ámbito tiene que ver con las
características específicas del campo y muy particularmente
del tipo de novedad de que se trate... un nuevo perfume o un nuevo sabor
parecen requerir del consentimiento de un ámbito más amplio,
que aquel que tendrá a su cargo decidir acerca de la calidad y relevancia
de un procedimiento metodológico para procesar datos cualitativos
en una investigación acerca de los aspectos motivacionales en el
aprendizaje universitario. No obstante, las opiniones y creencias de la
sociedad en la que la novedad tiene lugar pueden contribuir indirectamente
en su aceptación, aún en estos últimos casos.6
En síntesis, campo y ámbito cubren hechos y procesos
creativos; pero falta el sujeto de tales acciones, considerado durante
mucho tiempo la variable más importante en el estudio de la creatividad.
A él dirigiremos ahora nuestra atención.
Las personas creativas
Los estudiosos de la inteligencia primero y los que se ocuparon de
la creatividad después, hicieron decididos esfuerzos por desentrañar
las cualidades personales de los sujetos talentosos y creativos. Atendiendo
a sus relatos, sus obras, memorias y biografías se ha logrado elaborar
tests para medir algunas de las características más significativas
de las personalidades creativas. Sin embargo, la diversidad de planteos
y los limitados acuerdos sobre las relaciones entre los rasgos identificados
llevaron a la dispersión de esfuerzos, a discusiones muy acaloradas
pero –paradójicamente– poco inteligentes y creativas. De este modo,
el campo de trabajo sobre la creatividad en la presente década,
refleja esas diferencias acerca de las características de las personas
creativas y del peso que se les asigna en el proceso de generar sus obras.
De todos modos, aún cuando es mucho lo que se ha escrito acerca
de la personalidad de los creadores, el tema continúa siendo difícil
de tratar.
La primera condición para la producción creativa dentro
del modelo de sistemas que estamos considerando, es la posibilidad de interiorizar
el sistema creativo: disponer de gran cantidad de información relevante
dentro de su campo, sentir placer en el proceso de adquirir y trabajar
con ella y conocer los criterios de valoración y las preferencias
del ámbito que deberá juzgar su producción.
“Las mismas conclusiones se repiten en todas las ... disciplinas. Los
artistas están de acuerdo en que un pintor no puede hacer una contribución
creativa sin mirar, mirar y mirar el arte precedente, ni sin saber lo que
otros artistas y críticos consideran arte bueno y arte malo. Los
escritores dicen que, antes de poder escribir creativamente, hay que leer,
leer y seguir leyendo, y saber cuáles son los criterios de los críticos
sobre lo que es un buen escrito” (Csikszentmihalyi, 1998 :68).
Ahora bien, si se define a la persona creativa como aquella capaz de
adaptarse a las características de un campo y un ámbito necesariamente
particulares y cambiantes, no se puede dejar de ver que las cualidades
que los identifiquen no pueden homogéneas, ni mucho menos permanecer
estables en los diferentes tiempos históricos. Parece que lo característico
es la complejidad de la persona, que no se refleja apropiadamente a través
de la descripción de rasgos especiales. Intentando proporcionar
una imagen de la persona creativa, Csikszentmihalyi escribe: “Lo mismo
que el color blanco incluye todos los matices del espectro lumínico,
ellos tienden a reunir el abanico entero de las posibilidades humanas dentro
de sí mismos” (Csikszentmihalyi, 1998 :79).7
Reproducimos aquí la analogía acerca del color porque
nos pareció un recurso feliz para comprender cómo se conjugan
en un individuo creativo, rasgos de personalidad que generalmente consideramos
como excluyentes: energía e inacción; introversión
y extraversión; pensamiento convergente y pensamiento divergente;
viveza e ingenuidad; pasión y objetividad; androginia psicológica;
fantasía y apego a la realidad; conformismo y rebeldía; sufrimiento
y placer; disciplina y juego, constituyen los diez pares de rasgos opuestos
que Csikszentmihalyi encuentra en sus estudios con personas que han realizado
contribuciones creativas en diferentes esferas de la cultura.8 Pero detengámonos
algo más en estos opuestos.
Energía - pasividad. Este es el primer par de opuestos que observa
Csikszentmihalyi (1998). Sostiene que el creativo dispone de una gran cantidad
de energía que puede orientar a satisfacer requerimientos físicos
o intelectuales prolongados. Esa energía puede estar concentrada
en seguir una cuestión por largos años, en la reiteración
de un experimento infinidad de veces sin perder el interés, o en
horas de silencio dedicadas a escudriñar una idea o resultado –ya
sean éstos buscado o inesperado–. Pero otra faceta en la que se
muestra el control de la energía es en el dominio que las personas
creativas ejercen sobre sus tiempos y obligaciones, sin dejarse manipular
por agentes externos a la misma lógica del trabajo, manteniendo
un ritmo sostenido de producción. Esta capacidad de decidir cómo
emplearán su tiempo y energía va unida, en forma singular,
a la capacidad de decidir cuándo se permitirán estar ociosos.
Viveza e ingenuidad. Csikszentmihalyi (1998) sostiene que independientemente
de cuál sea la definición de inteligencia a que se adhiera,
todo creador debe disponer de esa cualidad en una magnitud tal que le permita
entender las complejidades de su campo y la lógica del sistema creativo.
Una inteligencia baja obstaculiza cualquier propuesta creativa; sin embargo,
en otros casos, la seguridad intelectual ligada una inteligencia brillante
puede obstaculizar la producción creativa. En el juego de la inteligencia,
los creadores suelen aparecer como lúcidos y diligentes en sus campos
de conocimiento específico, pero a la vez resultar ingenuos y algo
inmaduros en otras esferas de su comportamiento; la personalidad de Mozart,
es nuevamente arquetipo para este rasgo estudiado por Csikszentmihalyi.
9
Una observación que se aleja en parte de las creencias generalizadas
acerca de la creatividad, tiene que ver con el estilo de pensamiento; mientras
la mayoría de las propuestas para estimular la creatividad trabajan
con los rasgos que se conocen como pensamiento divergente, especialmente
con la capacidad para generar gran cantidad de ideas y flexibilidad para
cambiarlas –o la fluidez y flexibilidad ideativa, Perkins (1990)–, Csikszentmihalyi
sostiene que esta capacidad no es de gran utilidad si no se dispone también
de la capacidad para distinguir una idea buena de una mala, lo que supone
al pensamiento convergente. “Un Galileo o un Darwin no tuvieron tantas
ideas nuevas, pero aquellas a las que se aferraron fueron tan fundamentales,
que cambiaron la cultura entera” (Csikszentmihalyi, 1998 :83). La gran
dedicación y persistencia que el talentoso pone en el trabajo no
excluye su capacidad de someter sus realizaciones a la propia crítica.
Es capaz de tomar distancia de su trabajo, del tiempo y esfuerzo que haya
dedicado y de los recursos invertidos; pasión y objetividad están
así en la base de contribuciones valiosas y alimentan la mayor sensibilidad
característica de la multifacética personalidad del creador.
Disciplina y juego. Un nuevo par de alternancias opuestas propuestas
por Csikszentmihalyi (1998), está dado por la posibilidad de tomar
el trabajo con un rigor encomiable y a su vez hacer uso de las libertades
propias de los juegos infantiles. Complementa esta característica
el modo en que usan el tiempo, tomándose períodos prolongados
para pensar, madurar y trabajar con ideas, materiales o instrumentos como
si fuesen dueños de la eternidad y no les preocupasen las urgencias
mundanas, pero también pueden pasar a un ritmo de trabajo mucho
más arduo y rápido cuando se sienten 'sobre el rastro' que
los lleva a sus propósitos.
Fantasía por un lado y apego a las prescripciones de la realidad
por otro, definen dos nuevos polos entre los que se mueve el creador...
Son originales sin ser extravagantes, por ello sus ideas y propuestas terminan
generalmente aceptándose como partes de una nueva realidad. Como
complemento de la interacción con la realidad está la vinculación
del creador con las personas. Csikszentmihalyi (1998) sostiene que la imagen
frecuente del superdotado solitario es tan irreal como la menos frecuente
del genio perdido en las muchedumbres. Ambos extremos le son necesarios
y suelen ser utilizados por el creador con maestría. Por un lado
necesitan de la soledad para dominar el contenido simbólico de un
campo y producir en él y por otro, necesitan de los otros para dar
sentido a sus producciones: introversión y extraversión resultan
así dos nuevos pares de rasgos opuestos que Csikszentmihalyi (1998)
encuentra en su estudio de los creadores.
Androginia psicológica. Con esta denominación se hace
referencia a modos de relación con la realidad que no se corresponden
con aquellos fijados por convenciones sociales para un sexo determinado.
Así, las mujeres talentosas disponen de un carácter más
emprendedor y los hombres creativos pueden ser más sensibles y menos
agresivos que el promedio de su género. La ventaja que provee esta
cualidad es que les permite disponer de perspectivas para ver la realidad
desde puntos de vista más amplios. Una conceptualización
que se puede vincular con esta cualidad que Csikszentmihalyi define como
androginia psicológica es la desarrollada por Rothenberg, hace casi
veinte años. Este psicólogo, de orientación psicoanalítica,
sostuvo que la gente creativa tiende a pensar en opuestos y contrarios,
designando a esta característica con el nombre de pensamiento janusiano
(Rothenberg, 1979, citado en Perkins, 1990).10
Otro par de opuestos en la personalidad del creador consiste en el
juego entre posturas conservadores y el impulso de rebeldía contra
lo establecido y a favor de la independencia en el juicio. Tradicionalmente
sólo éstas últimas se habían considerado como
propias del creador, muchas veces haciendo referencia a disposiciones exacerbadas
a correr riesgos y a evitar la seguridad de lo tradicional. Sin embargo,
es preciso destacar también que los creadores en sus campos, conocen
y dominan esas realidades particulares, sus leyes y sus conceptualizaciones
lo que les permite contribuir con sus ideas dentro del campo simbólico
que le es propio; aunque tengan también el coraje necesario para
transformarlo. Orgullo y confianza en sus tareas actuales y en sus ambiciosos
proyectos orientados al futuro, junto a la humildad que da el conocimiento
del campo y de los aportes de los predecesores –otras dos cualidades de
la personalidad creativa citadas por Csikszentmihalyi (1998)– parecen ser
la contrapartida más íntima de los rasgos recién comentados.
En fin, los aspectos considerados permiten trazar algunas regularidades
que parecen caracterizar a las personalidades creativas. Sin embargo, no
queremos cerrar esta sección sin volver a señalar los recaudos
que deben tomarse en la interpretación de estas descripciones. Ni
el trabajo de Csikszentmihalyi que hemos seguido principalmente en esta
sección, ni otras fuentes nos autorizan a realizar juicios acerca
del desempeño académico de alumnos que presenten estas características
y mucho menos a partir de su ausencia.
LA UNIVERSIDAD COMO ENTORNO DE CREATIVIDAD
La definición de creatividad en el marco de un sistema que incluye
a la persona, al campo y al ámbito de la producción así
como la aceptación del criterio de relevancia social en la evaluación
de los productos creativos permiten pensar de manera diferente sobre la
creatividad dentro de la enseñanza universitaria. Si no se trata
de cualidades individuales exclusivas de algunos genios sino de un sistema
que opera en un contexto histórico social cuyas características
connotan al proceso y a los productos creativos, vale la pena preguntarse
acerca del papel de la universidad dentro de ese sistema.
Pensamos que hay varios modos en los que la enseñanza universitaria
ejerce su influencia en la creatividad; consideraremos aquí el papel
de los contenidos curriculares, y del contexto de la clase.
Los contenidos curriculares
Nos hemos referido ya a la importancia del campo de conocimiento en
el que se producen las novedades y también a la necesidad de su
dominio por parte de la persona creativa. El nexo entre estos presupuestos
y los contenidos que se desarrollan en las diferentes disciplinas que conforman
los currículos en la universidad, parece manifiesto. La representación
que los alumnos tienen acerca de un campo de conocimiento se construye
en gran parte a partir de los contenidos que se tratan en los programas
de asignatura.
Aunque trabajamos por una enseñanza universitaria que lleve
a la autonomía en los aprendizajes, es indudable que la calidad
del contacto inicial del alumno con el campo disciplinario tiene mucho
que ver con la calidad del proceso de selección de los contenidos
que se incluyen en los programas de asignatura.11
Unos treinta años atrás, Jerome Bruner (1963 y 1969)
trabajó denodadamente para convencer a los educadores acerca de
la importancia de la estructura del conocimiento en los aprendizajes escolares.
En su opinión, un programa que atienda a las ideas fundamentales
del campo de conocimientos al que corresponde, no sólo facilitará
el aprendizaje y recuerdo de los contenidos curriculares sino que permitirá
reducir la brecha que separa a los conocimientos que se producen en los
centros de investigación de los conocimientos que se tratan en el
aula. Vale la pena mencionar también que la necesidad de acercar
a los estudiantes a las producciones de los campos disciplinarios, según
Bruner es un problema que debería considerarse a lo largo de la
escolarización.
”Parte de la dificultad que ahora se encuentra en la progresión
desde la escuela primaria, pasando por la escuela secundaria hasta llegar
al colegio universitario, consiste en que el material aprendido al principio
está, o bien anticuado, o es desorientador en virtud de haber quedado
muy atrás de los adelantos en un determinado campo” (Bruner, 1963
:40. El uso de cursiva es nuestro).
Otro modo de considerar los contenidos curriculares en la universidad
desde la perspectiva de la creatividad, tiene que ver con la tensión
entre generalidad y especialización. Contrariamente a lo que se
suele suponer, la opción favorable para la creatividad se inclina
hacia el primero de estos términos; al menos esto es lo que infiere
Csikszentmihalyi (1998) a partir de las entrevistas mantenidas con 91 personas
destacadas por sus aportes en los campos respectivos. La mayoría
de sus entrevistados destacan la importancia de ver los problemas desde
diferentes perspectivas y con sus aportes mostraron el modo de relacionar
ideas de distinto orden. Estas opiniones, sostiene Csikszentmihalyi, cuestionan
las tendencias hacia una superespecialización en la formación
de los jóvenes –particularmente la de aquellos que demuestran mayor
talento–. Dando voz a Commoner, uno de sus entrevistados, Csikszentmihalyi
denuncia que “La filosofía predominante en la vida académica
es el reduccionismo, exactamente lo contrario de mi forma de enfocar las
cosas, y no me interesa caer en él” (Commoner, en Csikszentmihalyi,
1998 :114).12
Como Csikszentmihalyi, Perkins (1990) también ha señalado
este problema al preguntarse por el modo en que las escuelas pueden favorecer
la creatividad. Observa este investigador que una barrera fundamental para
su desarrollo es el atomismo en la instrucción, caracterizada por
el predominio de tareas que requieren respuestas únicas y de sencilla
solución. En contraste, casi todas las invenciones implican diseñar
totalidades complejas: poemas, ensayos, composiciones musicales, pinturas,
teorías científicas, campañas de publicidad ..., son
totalidades complejas que proporcionan ocasiones para la creatividad (Perkins,
1990). Pocos años antes, en nuestro país, Gibaja expuso reclamos
similares criticando con gran lucidez el modo en que el conocimiento se
presenta en los ambientes escolares.
“... no es de extrañar la intolerancia del alumno ante la relativa
incertidumbre inherente a toda tarea de producción intelectual.
La escuela secundaria y quizás también la misma universidad
lo han inducido a creer que el conocimiento es algo definitivamente dado
y certificado y no un proceso de creación en constante desarrollo”
(Gibaja, 1987 :31).
En síntesis si el campo que se presenta a través de los
programas peca de limitado, irrelevante, restrictivo o desactualizado será
poco realista esperar por contribuciones importantes en el mismo, al menos
en los años de estudios universitarios. Por el contrario, un currículo
que se ubique en las fronteras del campo, que de cuenta de sus conocimientos
firmes pero también de las lagunas, enigmas y complejidades tendrá
más chances de generar interés por soluciones novedosas y
aportes creativos. Podría también señalarse que la
formación en el campo requiere del estudio disciplinado de los conocimientos
que lo constituyen, si bien con esto nos introducimos más en el
modo en que se enseñan los contenidos que en su selección.
El contexto de la clase
Un nuevo tópico con el que intentamos ligar estas nuevas interpretaciones
sobre creatividad y la enseñanza universitaria tiene que ver con
el contexto de la clase. Pensamos que las clases universitarias, en el
entorno de equipos de docencia e investigación se constituyen en
los ámbitos más inmediatos de creatividad para los estudiantes
universitarios.
Nos hemos referido ya a la influencia del ámbito en la aparición
o restricción de las novedades; pensamos que podemos detenernos
un momento más en la consideración de una apreciación
de Csikszentmihalyi que sostiene que al contrario de lo que generalmente
se cree, las restricciones a la creatividad no se ubican en la falta de
ideas o procedimientos sino en la falta de interés en ellos. “La
restricción no está en la oferta, sino en la demanda” (Csikszentmihalyi,
1998: 459). Si esto es así, podríamos preguntarnos acerca
de cuáles son las demandas que hacemos a los estudiantes y qué
ocasiones proporcionamos a la creatividad.
En nuestra opinión hay muchos malentendidos que deberíamos
disipar si estamos dispuestos a proporcionar tales oportunidades: calidad
de la experiencia, importancia del conocimiento y el papel profesores y
equipos de excelencia sobre la actividad intelectual creativa son tópicos
sobre los que vale la pena discutir. Así por ejemplo, no nos hemos
preguntado –o sólo muy recientemente– por la calidad de las experiencias
de aprendizaje en la universidad. Casi podría decirse que la consideración
de los factores motivacionales o emocionales –probablemente sobrevalorados
en otros niveles de la enseñanza– han sido descuidados en relación
con los aprendizajes universitarios. Curiosamente, desde los campos de
mayor excelencia, se nos advierte ahora acerca de la importancia del gozo
y el placer en la actividad creativa.13
Tampoco hemos sido suficientemente claros en el señalamiento
de la importancia del conocimiento en la actividad creativa. Ya sea por
excesivo énfasis en el desarrollo de habilidades de pensamiento
o estrategias de aprendizaje desprendidas del contenido disciplinario,
o por infundadas interpretaciones acerca de la no directividad en la enseñanza
como modo de estimular la independencia de los estudiantes, hemos caído,
no pocas veces en prácticas pedagógicas que reducen el valor
del conocimiento disciplinario.14
Por último, tenemos la impresión de que no hemos reconocido
la gravedad del daño experimentado en la universidad pública,
especialmente el área de las ciencias sociales, con el éxodo
de maestros durante los años de intransigencia política en
nuestro país. El desmantelamiento de los cuadros profesionales impidió
o retardó la conformación de equipos de excelencia en la
investigación y con ello, naturalmente, las posibilidades de crecimiento
de los estudiantes y jóvenes egresados.
Tal vez tampoco fuimos capaces de ver con claridad la importancia de
los vínculos entre investigación y docencia, a los que atendimos
como esferas competitivas más que complementarias en el quehacer
del docente universitario. Refiriéndose al concepto de inteligencia
distribuida en uno de sus últimos libros, Bruner comenta un hallazgo
de Harriet Zuckerman acerca de que las probabilidades de ganar un Premio
Nobel son mayores cuando se ha trabajado en el laboratorio de alguien que
ha ganado uno. Explicando este hallazgo sostiene que no es sólo
porque el grupo ayude al reconocimiento de los miembros que participan
en él, sino también por el hecho de compartir inteligencia.
"Al entrar en semejante comunidad [sostiene Bruner], no sólo has
entrado en una serie de convenciones de praxis, sino también en
una forma de ejercer inteligencia" (Bruner, 1997 :172).
Esta posición de Bruner sostiene los hallazgos de los estudios
de Csikszentmihalyi que hemos presentado. No son éstas sin embargo,
las primeras observaciones acerca de la importancia de trabajar en ámbitos
de excelencia. Regina Gibaja (1987) argumentó y trabajó decididamente
en propuestas similares. Apoyando sus argumentos en estudios de Polanyi,
advirtió acerca de la importancia del conocimiento tácito
en el dominio de las habilidades científicas y consecuentemente
sobre las ventajas de la formación de los investigadores dentro
de una tradición científica. “Así como el aprendiz
absorbe el conocimiento tácito por contacto con el maestro, también
el joven estudiante necesita una experiencia personal en la investigación
junto al científico experimentado” (Gibaja, 1987 :29).
Para concluir, pensamos que los estudios que hemos retomado nos ayudan
a considerar la creatividad en dimensiones que guardan una mejor relación
con las posibilidades de trabajo dentro de la universidad. Confiamos en
haber proporcionado algunas razones para pensar la creatividad como meta
genuina de la educación universitaria, sin embargo añadiremos
dos motivos más para enrolarnos en esta posición. Uno, de
carácter subjetivo, que tomamos de Csikszentmihalyi y que dice lo
siguiente: “Aún cuando no tengamos la buena suerte de descubrir
un nuevo elemento químico ni de escribir un gran relato, el amor
al proceso creativo por sí mismo está al alcance de todos.
Es difícil imaginar una vida más rica” (Csikszentmihalyi,
1998 :133). En este sentido, no hallamos atenuantes para una enseñanza
que coarte a un estudiante tamañas posibilidades. Otro, de índole
social, expuesto tiempo atrás por Bruner y plenamente vigente hoy:
“Una cosa aparece clara: si todos los estudiantes reciben ayuda para obtener
la plena utilización de sus facultades intelectuales, tendremos
mejor oportunidad de sobrevivir como democracia en una época de
enorme complejidad tecnológica y social” (Bruner, 1963 :15). La
producción creativa resulta así una meta social; la necesidad
de su inclusión como objetivo de la enseñanza universitaria
no puede soslayarse.
Notas
1- Perkins, por ejemplo, trató este problema haciendo referencia
a la conocida relación entre Salieri y Mozart. “Demasiada gente
se vuelve víctima de el Síndrome Salieri, imaginando que
carecen de creatividad porque no se pueden comparar con los megahéroes
de su cultura” (Perkins, 1990 :416).
2- Tal vez sea interesante comentar que Sternberg y Lubart sospechan
que los psicólogos tienen algo que ver con el mantenimiento de estas
concepciones; ellos presentan a modo de ilustración una anécdota
sugestiva relativa a los criterios por los que les fue rechazado un proyecto
de investigación sobre la creatividad: “... aunque proponíamos
estudiar la creatividad en la gente corriente, valía más
la pena estudiarla en aquellas personas que estaban excepcionalmente dotadas
-un Picasso, un Cervantes, un Einstein y similares” (Sternberg y Lubart,
1997 :11).
3- Si bien la mención bibliográfica señala una
precedencia temporal de la obra de Gardner —psicólogo más
conocido entre nosotros por su estudios sobre las inteligencias múltiples
(Gardner, 1988 y 1994)—, ello se debe a las diferencias en las fechas de
traducción y difusión de los estudios de Csikszentmihalyi
al español.
4- Refiriéndose a esta característica, Csikszentmihalyi
observa que “la obsesión de Max Planck por entender lo absoluto
subyace tras la mayoría de los intentos humanos de trascender las
limitaciones de un cuerpo destinado a morir tras un breve período
de tiempo” (Csikszentmihalyi, 1998 :57). En este mismo sentido, desde el
campo de la investigación etnográfica, se ha señalado
que los estudios sobre la cultura y la creatividad deben tender a aumentar
nuestra comprensión de las dificultades humanas y de los recursos
disponibles para enfrentarlas. (Hunsaker, 1992).
5- Los otros dos factores mencionados en este mismo trabajo se denominan
factores de prerrequisito, entre los que incluyen el clima social y los
rasgos de personalidad y factores de producción, referidos a variables
producto o resultado final (Montgomery et al., 1992).
6- En este sentido es interesante comentar el modo en que algunas ideas
predominantes en la sociedad norteamericana incidieron en la acogida de
las ideas de Einstein. Csikszentmihalyi se pregunta: “En qué medida,
[la fama de Einstein], dependió ... de que fue perseguido por nuestros
enemigos, los nazis; de que, al tiempo que anhelamos derrocar viejas creencias,
también ansiamos nuevas certidumbres, y se decía que Einstein
había propuesto una verdad nueva e importante? Aunque ninguna de
estas consideraciones tiene que ver en lo más mínimo con
la teoría de la relatividad, todas ellas constituían una
parte importante del modo en que los medios de comunicación presentaban
a Einstein; y estas características, más que la profundidad
de su teoría, son las que presumiblemente convencieron a la mayoría
de la gente de que era digno de ser incluido en el panteón cultural”
(Csikszentmihalyi, 1998 :63).
7- Esta complejidad ha sido causa de no pocos desvelos de los investigadores
interesados en la elaboración de pruebas para medir la creatividad.
Hunsaker y Callaham (1995) explicitan con preocupación la necesidad
de que se reconozan estas características. “Es tiempo de reconocer
que la creatividad es un rasgo multifacético, complejo, que requerirá
mirar a los individuos desde varios puntos de vista, usando varias estrategias
de valoración para describir completamente el potencial y el rendimiento
creativo” (Hunsaker y Callahan, 1995 :114).
8- Se trata de un investigación etnográfica en la que
se entrevistó y filmó a 91 personas creativas. La investigación
se llevó a cabo entre los años 1990 y 1995 en la Universidad
de Chicago. Los criterios seguidos para la selección de las personas
fueron los siguientes: 1) haber modificado un campo importante de la cultura,
2) estar aún en actividad, 3) tener al menos sesenta años,
4) procurar una amplia representación de contextos culturales.
9- Otras referencias a esta características fueron proporcionadas
por Torrance (1995). Con más de 40 años de estudio y producción,
dedicado especialmente a la elaboración de test de creatividad,
Torrance publicó un artículo en el que presenta en forma
breve y categórica quince afirmaciones, basadas en sus resultados
de investigación. Lo curioso del caso es el criterio seguido en
la selección de esas quince afirmaciones –o insights, como los llama
el autor–porque se trata de resultados que fueron cuestionadas, rechazadas,
ridiculizadas o ignoradas por la comunidad científica. Precisamente
uno de esos resultados hace referencia al hecho de que las personas que
obtenían puntajes alto en creatividad y no tan altos en cociente
intelectual, tenían rendimiento creativo más alto que aquellos
que tienen altos C. I. pero no tan alto nivel en creatividad, además
alcanzaban rendimiento igual al de los sujetos que tenían puntajes
altos en ambas pruebas” (Torrance, 1995 :320).
10- Esta denominación hace referencia al dios griego Janus que,
por tener dos caras, podía mirar hacia ambos lados del camino a
la vez (Rothenberg, 1979, citado en Perkins, 1990 :420).
11- Entre 1991 y 1993, editorial Miño y Dávila publicó
tres tomos titulados Curriculum presente ciencia ausente (que corresponden
respectivamente a Frigerio, Braslavsky y Tiramonti (1991); Liendro (1992)
y Lanza y Finocchio (1993). Los tres trabajos presentan análisis
respecto del modo en que los libros de texto y los programas escolares
transforman los conocimientos. El sugestivo título, común
a los tres volúmenes da cuenta de la preocupación compartida
por sus autoras respecto de las discrepancias entre lo que se produce en
los campos de investigación científica y el modo en que se
enseñan las ciencias. Entendemos que nuestra pregunta por el modo
en que los currículos universitarios retoman los contenidos de los
respectivos campos responde a un interés similar.
12- Barry Commoner, biólogo y activo defensor del medio ambiente,
forma junto a otras tres destacadas personalidades –la economista Hazel
Henderson, la socióloga Elise Bouling y el psicólogo John
Gadner– el conjunto de entrevistados sobre cuyas opiniones Csikszentmihalyi
(1998) elabora sus ideas acerca del campo del futuro. Uno de los aspectos
comunes entre estos representantes es precisamente su preocupación
por problemas relevantes para la sociedad, que trascienden el campo de
una disciplina y se ubican en lo que el mismo investigador llama un campo
de responsabilidad planetaria.
13- No desconocemos, sin embargo, los riesgos de las interpretaciones
que se den a estos hallazgos. No se trata de entretener o divertir, respuesta
harto frecuente en propuestas renovadoras en diferentes áreas y
niveles, sino de proporcionar oportunidades para disfrutar del placer que
produce el descubrimiento –aunque éste no se constituya en una obra
creativa destinada a transformar significativamente un campo cultural determinado.
Todos podemos disfrutar de estas experiencias, pero generalmente ello no
ocurre sin que debamos también pasar por las fases –más esforzadas
y menos placenteras- de la formación dentro de un campo y de la
elaboración y revisión minuciosa de ideas y resultados.
14- Un desarrollo muy interesante sobre este tópico puede leerse
en Herber, y Nelson Herber, (1987). En artículos propios tratamos
problemas afines en Rinaudo y Donolo (1997 y 1998), Rinaudo y Vélez
(1998).
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