LA
‘DESCRIPCIÓN DENSA’, UNA ALTERNATIVA EN LA INVESTIGACIÓN EDUCACIONAL
Regina
Gibaja
Desde
hace años se discute en el campo de la investigación en educación la necesidad
de revisar los enfoques metodológicos en uso para lograr que la investigación
en estas áreas contribuya realmente a la práctica educacional. Algunos
investigadores norteamericanos han señalado los límites del modelo experimental
y de la inferencia estadística, sobre todo con relación a temas vinculados con
el aprendizaje y la interacción entre aptitudes y tratamientos, y han pedido
que se delimiten los problemas que pueden ser tratados experimentalmente de
aquellos que requieren otra metodología (Levine, 1974). Cronbach (1975) sostuvo
que la preocupación por la prueba de hipótesis hizo olvidar la observación y
reclamó de los investigadores datos descriptivos que ayuden a pensar
constructivamente: los coeficientes de regresión y las estimaciones de varianza
no son suficientes.
Mi
propósito es plantear, dentro del marco de esta discusión, la importancia de un
enfoque alternativo que aunque tiene una vieja y prestigiosa tradición en las
ciencias sociales, sólo recientemente ha comenzado a aplicarse en la
investigación educacional. Me refiero a estudios de carácter cualitativo,
dirigidos a comprender situaciones singulares, o material simbólico también
singular, que no buscan establecer generalizaciones válidas para un universo
más amplio.
En este
trabajo señalaré algunas características de este tipo de estudios, ejemplos de
su aplicación en aspectos poco analizados de la realidad educacional, y
argumentos que se han dado para fundar su legitimidad.
Una
tradición respetada en la investigación educacional exige que los trabajos en
este campo se ajusten al esquema clásico del modelo experimental. Este requiere
que la investigación se inicie con un cuerpo de hipótesis, se operacionalicen
las variables para permitir su medición, se asegure un diseño de prueba y se
muestren medidas de confiabilidad y validez de los instrumentos empleados en la
recolección de los datos. Se espera que los resultados puedan generalizarse a
un universo del cual los casos estudiados son muestras representativas,
obtenidas dentro de normas estadísticas que autorizan el empleo de tests y
coeficientes relativamente sofisticados. Los estudios de evaluación educacional
también suelen enmarcarse en el mismo modelo, equiparando la estimación de
resultados de programas e innovaciones curriculares con la investigación
básica.
El
enfoque alternativo al que me he referido no cumple con estos requisitos y su
legitimidad, consecuentemente, es puesta en duda o desmerecida. Por ejemplo, en
los textos de metodología sólo se encuentra esta forma de trabajo,
generalmente, bajo el rubro de “estudios exploratorios”, indicando de este modo
que su mérito se reduce a ser una etapa previa o preparatoria para la verdadera
investigación científica. Sin embargo, la aplicación del modelo experimental no
siempre ha producido resultados satisfactorios en la investigación de algunos
problemas de la educación, entre los que pueden citarse la estimación de los
méritos relativos de distintos métodos y procedimientos instructivos, el
estudio de la interacción entre aptitudes y tratamientos, etc. Esto sugeriría
la conveniencia de intentar otros enfoques, alternativos o complementarios de
los modelos clásicos, para el estudio de algunas áreas educacionales tales como
fenómenos instructivos que se producen en el aula, formas de interacción entre
alumnos y maestros en la situación de clase y su efecto en el rendimiento en el
estilo de trabajo, evaluación de objetivos no operacionales y de largo alcance,
evaluación curricular y otros temas directamente relacionados con la práctica
de la enseñanza.
Para
ilustrar el tipo de estudios que me interesan voy a describir brevemente un
trabajo realizado en varias escuelas, en cursos de tercer grado, cuyo objetivo
era conocer qué valores, normas de comportamiento, estilos de aprendizaje e
ideas sobre la realidad se ofrecen a los niños como modelos para su formación
intelectual y moral1. En este trabajo se partió del supuesto de que
los contenidos conceptuales y afectivos que son la materia de intercambio en el
aula contienen elementos simbólicos con los cuales aprehendemos, imaginamos o
juzgamos la realidad: implícita o explícitamente, las maestras transmiten a los
niños valores y normas de conducta, modos de categorizar el orden social y
concepciones sobre las formas válidas de acceso al conocimiento, ya sea que
estas normas estén establecidas oficialmente en el sistema escolar y en el
curriculum o sean expresión de actitudes, sentimientos y posiciones personales
de las mismas maestras, en muchos casos no reconocidos expresamente ni
racionalmente analizados por éstas.
Los
contenidos curriculares, las orientaciones pedagógicas o las prácticas
disciplinarias no nos interesaban porque pudieran ayudar a explicar causalmente
la conducta o aprendizajes de los niños sino por su importancia en conformar el
marco simbólico en que transcurre su vida en la escuela. El objetivo era
identificar en el contexto de las clases, en la acción de las maestras y en la
interacción de éstas con los niños, los elementos valorativos e intelectuales
con los que la escuela equipa al niño para enfrentar la realidad social y
cultural en que vive, reconocer su identidad personal y organizar su acción.
Seguramente
cada grupo estudiado constituye una situación en alguna medida singular, en
tanto hay elementos distintivos en los mensajes recibidos por los niños y en su
reacción frente a ellos. En este sentido, es difícil decir en qué medida estos
grupos comparten con los restantes del sistema escolar un mismo marco
simbólico, una cultura de la escuela común. Por otra parte, los grupos
estudiados pertenecían a escuelas con población de distinto status
socio-económico y distinto prestigio local, pero no constituían una muestra
representativa de los establecimientos de la ciudad.
El
procedimiento de trabajo consistió en observar cada grupo durante varios
períodos de 1 a 2 horas cada uno en situación regular de clase. Los observadores
no usaron protocolos de observación formalizados ni se ajustaron a categorías
estrictamente delimitadas, pero sí tenían ideas claras sobre las dimensiones de
la situación a observar e instrucciones de registrar en la forma más detallada
posible todo lo que aconteciera en el aula, incluyendo intercambios verbales y
atendiendo especialmente a los temas señalados.
La
confrontación de este material muy rico en detalles, con enfoques teóricos y
puntos de vista del investigador sobre valores y orientaciones intelectuales y
pedagógicas, dio lugar a la elaboración de categorías con las que se inició el
análisis. Este consistió, precisamente, en el proceso mismo de construir y
depurar categorías que mostraran, en forma cada vez más aproximada, el significado
de los datos, en función tanto del contexto en que aparecen como del punto de
vista desde el cual se los observa.
La
interpretación de cada situación fue ilustrada con ejemplos de la realidad y se
trató de que el informe de la investigación aportara suficiente riqueza de
información como para dar sustento al análisis. Este no pretendió probar
hipótesis ni generalizar sus conclusiones al sistema educativo más allá de los
casos estudiados. Aún así, creemos que el conocimiento en profundidad adquirido
por este procedimiento acerca de valores y comportamientos en unos pocos casos,
proporciona elementos importantes para comprender la cultura de la escuela.
Puesto
que los datos no eran estadísticamente representativos, no se pretendió probar
hipótesis ni generalizar las conclusiones, podría preguntarse cuál es el status
metodológico de este tipo de estudios. Watzlawick señala que hay dos modos de
usar la información científica. Uno consiste en mostrar elementos que apoyan
una determinada teoría. El otro es
“... presentar
ejemplos de muchos contextos diferentes para hacer obvio, en una forma
práctica, la estructura que tienen en común y las conclusiones que se siguen de
ellos. En el primer enfoque los ejemplos son usados como prueba. En el segundo
su función es metafórica e ilustrativa -buscan demostrar algo, trasladarlo a un
lenguaje más familiar, pero no necesariamente probarlo.” (Watzlawick, 1976
:XII)
En este
caso se esperaba que los datos de observación cumplieran una función similar a
la mencionada por Watzlawick en segundo lugar. No se pretendió demostrar que
determinado porcentaje de maestros manejan la disciplina escolar de un modo
específico, imponen predominantemente ciertos valores morales o formas de
aprendizaje o utilizan determinadas orientaciones pedagógicas. Por el
contrario, se quiso ilustrar las formas que directivas pedagógicas y
curriculares generales toman en situaciones concretas de clase, y las
condiciones que se generan cuando estas directivas son interpretadas por
distintos maestros en diversidad de contextos.
No hubo
motivo para suponer que las escuelas visitadas fueran típicas, pero tampoco
parecían excepcionales. En algún sentido cada maestro -y cada grupo de niños-
es único porque responde a una constelación de circunstancias relativamente
idiosincráticas. Al mismo tiempo, está sujeto al medio ambiente en que
desenvuelve sus actividades y que le proporciona reglamentos y material de
enseñanza comunes a todas las escuelas. Por esto cada maestro y cada grupo de
niños representan un modo posible de desarrollar un proceso de enseñanza, único
y particular en algunos aspectos, comparable y compartido en otros.
Desde
esta perspectiva, la validez de la información y de su interpretación no se
hace residir en la representatividad de los casos estudiados sino en el
carácter del trabajo de observación y análisis, es decir en el intento de
comprender cada circunstancia de aprendizaje en su contexto, y cada influencia
exterior (libros uniformes para todos los niños, métodos de enseñanza
recomendados a todos los maestros, un curriculum común, etc.) en la forma
particular en que es recibida y adoptada. Creemos que el carácter singular de
los casos estudiados y la metodología
empleada no disminuyen la validez de las interpretaciones. Después de todo,
como señala Cronbach, “necesitamos reflexionar acerca de lo que significa
establecer generalizaciones empíricas en un mundo en el que la mayoría de los
efectos son interactivos.” (Cronbach, 1975 :121)
Sin duda
es posible estudiar con otras metodologías el curriculum escolar, la
orientación pedagógica predominante o las formas de interacción entre maestros
y niños. No es tan fácil, sin embargo, captar la compleja realidad del aula,
aunque sea en algunos pocos momentos significativos, cuando se usan muestras
representativas grandes e instrumentos estandarizados. En problemas como éstos,
sobre los que sabemos tan poco, parece justificado sacrificar algo de la
confiabilidad de los métodos tradicionales si a cambio podemos obtener un
avance en la comprensión de la realidad diaria, concreta, de la situación
escolar.
Se puede
señalar ahora algunas características generales de este enfoque, conocido en la
literatura como estudio de casos, enfoque etnográfico, investigación
cualitativa u observación participante. A diferencia de lo requerido por el
modelo nomológico o de la cobertura legal, en esta modalidad de trabajo no se
comienza con un cuerpo de hipótesis y no pretende someter hipótesis a prueba.
Aunque el investigador normalmente va al campo con reflexiones, problemas y
supuestos, espera también que la observación intensiva durante períodos
prolongados en contacto con los fenómenos a estudiar sugiera categorías de
análisis y elementos para clarificarlas y refinarlas. Con este fin evita
interponer instrumentos prematuramente formalizados, aplicados por auxiliares
de investigación, y prefiere tomar contacto directamente con el aspecto de la
realidad que le interesa, abierto a sus diferentes dimensiones y al contexto
general en que se manifiestan. En el proceso de comparación constante entre sus
observaciones y sus categorías (Glaser, 1969) debe estar dispuesto a redirigir
las primeras y reelaborar las segundas si nuevos datos significativos así lo
sugieren.
En su
trabajo sobre la lógica de la observación participante, Smith (1978) ha
descripto algunas de las operaciones intelectuales típicas de esta etapa:
a.
Inmersión del investigador en imágenes perceptuales concretas, que trata de
capturar en su riqueza mientras toma sus notas y hace interpretaciones
sumarias;
b.
Registro de insights y asociaciones de ideas que surgen en el proceso de
observar y hablar con la gente;
c.
Búsqueda de pautas y temas generales que sistematicen los fenómenos observados
y den orden a la complejidad de la información
A partir
de estos procesos, en las etapas posteriores del análisis el investigador
debería poder llegar a lo que Clifford Geertz ha llamado descripción densa (thick
description), terminología con la que intenta rescatar el carácter
interpretativo, detallado y en profundidad de la versión antropológica de una
circunstancia particular. Una descripción densa busca interpretar lo observado
para rendir cuenta del discurso social, “rescatar lo ‘dicho’ de sus ocasiones
perecederas y fijarlo en términos permanentes.” (Geertz, 1973 :20)
Podría agregarse
que la descripción densa se propone presentar el fenómeno en toda la riqueza de
sus detalles e implicaciones, abarcando sus relaciones contextuales y sus
diferentes niveles de significado.
Las
características de esta forma de trabajo no llevan a la formulación de
proposiciones generales porque
“... aquí
la tarea esencial de la construcción teórica no es codificar regularidades
abstractas sino hacer posibles las descripciones densas, no generalizar a
través de casos sino dentro de ellos.” (Geertz, 1973 :26)
El modelo
experimental o correlacional controla los factores extraños o contextuales pues
su objetivo es someter a prueba el poder de las relaciones entre las variables
especificadas en las hipótesis. Cuando lo que se busca es interpretar lo que sucede
en una situación concreta, en lugar de establecer controles necesitamos
observar la interacción entre todos los elementos de la situación tal como
operan en su contexto natural (LeCompte y Preissle Goetz, 1982). Esto no
permite especificar relaciones universales pero, como ha señalado Cronbach, en
la investigación educacional más que leyes generales se necesitan conceptos
poderosos que nos sensibilicen para entender la realidad educacional.
La falta
de controles experimentales y los restantes procedimientos que se han
mencionado ofrecen, sin duda, problemas características de confiabilidad y
validez. Estos, sin embargo, no deben ser tratados con los criterios en uso en
los modelos de investigación clásica. La credibilidad de los diferentes niveles
de descripción e interpretación no debe hacerse depender de una definición de
confiabilidad como intersubjetividad, sino de las estrategias usadas por el
investigador para encontrar pautas de significación válidas en el contexto
estudiado y de su rigor en la exposición de sus interpretaciones.
Finalmente,
hay que reconocer que la adopción de este enfoque puede tener sus riesgos. Uno
de ellos reside en la carencia de un entrenamiento serio en este estilo de
aproximación a la realidad, en el que sólo la antropología social
tradicionalmente ha formado a sus investigadores. Su aparente sencillez, por
otra parte, puede confundir a quienes deciden adoptarlo sin la preparación
adecuada (Rist, 1980). De este modo podría suceder que se abandonen las
garantías de las formas clásicas de investigación sin obtener a cambio la
perspectiva que promete la descripción densa de los fenómenos sociales.
Referencias
Cronbach,
Lee 1975 Beyond the two disciplines of scientific psychology. American Psychologist, Feb. :116-126.
Geertz,
Clifford 1973 The interpretation of cultures; selected essays. Basic
Books. New York.
Glaser,
Barney G. 1969 The constant comparative method of qualitative analysis. En
McCall, G. J. (ed.) Issues in participant observation. Addison-Wesley
Publishing Co., Reading. Mass.
LeCompte,
M. y J. Preissle Goetz 1982 Problems of reliability and validity in etnographic
research. Review of Educational Research, 32, (1).
Levine,
Murray 1974 Scientific method and the adversary model; some preliminary
thoughts. American
psychologist,
29 :661-677.
Rist,
Ray C. 1980 Blitzkrieg ethnography: on the transformation of a method into a
movement. Educational
Researcher, 9
(2) :8-10.
Smith,
Louis M. 1978 An evolving logic of participant observation. Educational
ethnography and other case studies. Review of Research in Education, 6.
American Educational Research Association.
Watzlawick,
Paul 1977 How real is real? Confusion, disinformation, comunication.
Vintage Books. New York.
Notas
1- Se
trata de una investigación realizada en México en 1978. El informe será editado
por la Universidad Nacional Autónoma de México con el título El mundo
simbólico de la escuela.