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En los ‘70 y los ‘80, la
comunicación “alter-nativa”, entendida como “la otra”, llamada popular,
educativa o comunitaria, tuvo su auge en Latinoamérica, comprometida
con los movimientos sociales y la crítica frente a la sociedad imperante.
Fue una época muy fructífera en experiencias, compromiso
y reflexiones. Se conoció muy de cerca el mundo popular y su importancia
en la sociedad. Y la apuesta por una organización popular y democrática
articulada llenó y hasta suplió las utopías políticas
de ese entonces. Los actores de sectores pobres se convirtieron en protagonistas
y desde allí se les percibía como nuevos y auténticos
gestores del cambio social.
Evidentemente el contexto real
de la sociedad, muy complejizado, y de sus nociones de transformación
cambiaron notablemente. La propuesta clasista desde la que se actuaba o
que alimentó estas experiencias quedó trunca con la caída
del socialismo restándole sustento. Los actores de la sociedad dejaron
de percibirse como sujetos contradictorios u opuestos. Los límites
de lo popular se oscurecieron. A la par siguieron emergiendo procesos más
amplios de globalización y la tendencia económica hegemónica,
por lo menos en el discurso, busca en primer lugar una integración
social y no precisamente una oposición radical. Asistimos así
a una época donde los sujetos son constreñidos a una gran
reflexividad, replegándose hacia sí mismos y al proyecto
propio en medio de un proceso de desterritorialización (sin fronteras)
y de hibridación de las culturas. Todo lo cual nos convoca a pensar
en la búsqueda de nuevas utopías comunicacionales que deben
orientar nuestro trabajo y el compromiso con la sociedad.
Sin embargo, este proceso
de búsqueda y redefinición no es posible sin antes realizar
un balance exhaustivo de los procesos vividos. Es importante hacer memoria
y rescatar aquellos aspectos que siguen siendo válidos para identificar
las rutas del futuro. Igualmente, requerimos de puntualizar y analizar
dónde estuvieron las fallas y los vacíos, todo aquello que
hoy no tienen sustento teórico, ni ético, ni de viabilidad
práctica. Finalmente, necesitamos repensar una comunicación
nueva y liberadora, en profundo diálogo con las utopías sociales
y políticas que hoy empiezan a discutirse.
I BALANCE:
Rescate y Redefinición
Hacia el futuro
El marco teórico
desde el que osamos mirar este conjunto de prácticas comunicativas
con sentido social es el de los valores universales y éticos de
una propuesta democrática radical que busca unir de manera profunda
el desarrollo individual y colectivo de los pueblos, la interacción
o fusionamiento entre la noción de justicia y libertad, el diálogo
entre democracia y equidad como sentidos utópicos compatibles e
inseparables en la nueva sociedad que queremos gestar.
1. Aportes éticos
que recuperar: Contra la Desesperanza
Fueron años de experiencia
y compromiso en todo el continente, unos apoyados por la cooperación
internacional, otros sostenidos desde un trabajo voluntario. De esa experiencia
se puede recuperar un capital ético construido que queremos destacar
y cuyo eje central estaría en el compromiso con los sectores oprimidos
y necesitados buscando su desarrollo social y político. Algunas
de las enseñanzas aprendidas y que siguen vigentes serían:
La comunicación es una cuestión de sujetos en relación;
Participación es protagonismo y democracia; La importancia de la
comunidad y la acción colectiva; Derecho a la comunicación:
relevancia de la radio; La intención educativa de la comunicación;
Comunicación y desarrollo y, por último, un compromiso social
con los sectores sociales populares
Así, podríamos
hablar de la comunicación popular como un gran impulso ético
y de responsabilidad con los más desposeídos, en diálogo
participativo con ellos para su liberación. Este es el gran rescate
de una experiencia que sigue siendo viable en algunos de sus principios
valóricos básicos, dentro de una línea de renovación.
La comunicación no
fue un elemento acesorio ni un instrumento, era el lugar de los procesos
de transformación. Si bien esta comprensión tiene algo de
romántico podemos destacar hoy que ella puso el dedo en una valoración
de este campo por la comunicación misma. Es decir, que se apostaba
por los diálogos que se lograban procesar y los enriquecimien-tos
educativos que de allí surgían.
2. Deficiencias
que superar
Estas las presentamos en
el sentido de mapear conflictos e identificar vacíos. Lo que nos
llevará a repensar nuestros paradigmas comunicacionales, tales como:
Mirada segmentada de la realidad: una comunicación que se encierra
en un círculo imaginario; Modelos intransigentes sobre cultura y
ética popular: un alejamiento del sujeto real y subjetivo; La comunidad
por sobre el individuo; Una comunicación sin perspectiva pública
ciudadana.
Es decir, estuvimos al interior
de una perspectiva que protegía a los sectores populares, que se
recluía en las experiencias alternativas aislándonos de los
conflictos nuevos que planteaba una realidad cambiante, haciendo uso de
viejas e intransigentes oposiciones. Es decir, toda una actitud mas bien
conservadora frente a los nuevos tiempos, buscando una marginalidad inconciente.
Sin embargo, fue y sigue siendo una experiencia rica, comprometida y participativa,
profundamente ética, pero que exige rejuvenecimiento. Frente
a ella no sólo podemos hacer críticas sino recoger sus aportes
e iniciar búsquedas prácticas, como ya muchos lo vienen haciendo,
sino también abordar reflexiones y búsquedas de sustento
reflexivo tendientes a repensar la teoría social con la comunicativa.
3. Procesos inconclusos
a ser recogidos por la investigación académica y comprometida
Sospechar o subvalorar a
la comunicación popular ha sido y es un fenómeno más
o menos común en el mundo académico, salvo excepciones. Tampoco
la universidad debió relacionarse con ese ámbito sólo
desde el compromiso místico y la defensa afectiva. El reto es situarse
justamente en la investigación y la reflexión teórica
ligada a la práctica, desde el campo de la comunicación social
actual y su futuro.
También es cierto
que desde el campo de los comunicadores comprometidos ha existido una negación
casi absoluta del quehacer teórico y contra la actividad intelectual
del mundo universitario. Y en este desencuentro hay no sólo saberes
y valoraciones en competencia sino lógicas comunicativas de incomprensión
mutua, unas argumentadas otras no, pues se ponía el énfasis
en los errores y no en las posibilidades de mutuo apoyo. Sin embargo, ya
se han abordado rutas interesantes de cambio y acercamiento, como por ejemplo
el uso de la investigación por organizaciones como ALER; el
cúmulo de tesis universitarias sobre algunos aspectos de esta promoción
social; o la incorporación en las universidades de cursos o áreas
profesionales como Comunicación y Desarrollo, Marketing Social y
la propia Comunicación Popular.
Se trataría de recuperar
información y convertirla en conocimiento. Las facultades y escuelas
universitarias de comunicación se han dedicado preferentemente al
análisis de los medios, muy poco al balance y las características
históricas de las propuestas comunicativas alternativas, es decir
de las apuestas de cambio en camino. Han quedado interrogantes que resolver
y se nos plantean retos que debemos examinar teórica y pragmáticamente.
II. HACIA NUEVOS PARADIGMAS:
Una Comunicación
Ciudadana para otra Sociedad Justa y Solidaria
El reto nos queda grande.
Pero en una sociedad tan comunicativa como la actual donde no es posible
la vida económica, ni la cultural ni la política sin su compromiso,
ésta se convierte en un sector altamente estratégico para
colocarse en el centro visible de la búsqueda de una sociedad distinta
desde un nuevo paradigma comunicacional. Nuestra propuesta es que una fuente
sumamente rica a incorporar es la vivida por la comunicación popular,
invitándola a formar parte de una nueva búsqueda con sentidos
utópicos. En ese sentido, proponemos algunos ejes temáticos
de reflexión. Y luego señalaremos algunos tránsitos
que debemos hacer para arribar a nuevos modelos.
1. Una ciudadanía
de otra democracia radical
Si bien el concepto de ciudadanía
fue creado por el liberalismo tradicional, hoy se está dando cita
una producción teórica interesante. Desde el ámbito
de la filosofía política se recogen principios democráticos
y la importancia del sujeto individual, pero reinvindicando la idea de
comunidad, como la importancia de recuperar el horizonte de la justicia
social. Producción que está dando origen a nuevos sectores
de compromiso con una sociedad de cambio (comunitaristas y demócratas
radicales). Dentro de ese espíritu nos ubicamos proponiendo la gestación
de ciudadanía como un horizonte nuevo para la comunicación
comprometida con la emancipación de nuestros pueblos.
Proponemos algunas definiciones
básicas de ciudadanía para un futuro mejor en el que se equilibre
el interés y protagonismo individual con el colectivo. Sabiendo
que existen énfasis neoliberales, liberales, comunitaristas (López
97) y clásicos (precapitalistas). Repensamos la idea de ciudadanía
así:
- Ciudadanía es igualdad
legal, social y humana, en primer lugar, supone consideraciones y tratos
mutuos de respeto y consideración igualitario. Pero también
significa hacerse cargo del conflicto existente entre los principios y
la realidad. Es, por lo tanto, hacerse responsable de la desigualdad social
existente en nuestros países, estableciendo priorizaciones de problemas
donde esta desigualdad es un elemento determinante. Es recuperar
para la democracia la idea de justicia. Por ello, en este significado,
la pobreza sí es noticia y materia de comunicación.
- La ciudadanía es
pertenencia activa. Los derechos y obligaciones que todo ciudadano requiere
forman parte de una ligazón con la ciudad, el país y el mundo,
que pasa por sentirse y comportarse como parte fundamental de la sociedad,
mereciendo respetos y generando responsabilidades. La dinámica de
los derechos sola, promueve integraciones individuales de carácter
defensivo, igualmente una participación responsable exige respeto
a tales derechos. Pero pertenecer no significa sumisión ni estar
de acuerdo con el sistema existente. Es una incorporación a la sociedad
que puede ser mas bien incómoda y crítica, siendo minoría
y disidencia que exige consideración. Ello nos compromete con una
comunicación mas bien ligada al debate.
- La ciudadanía supone
compromisos con-ciudadanos con los otros. Toma en cuenta la importancia
de lo común (Arendt 1993), de lo que es construcción de acuerdos,
de la creación de redes, espacios y comportamientos de solidaridad,
de la conformación de esferas públicas. Una comunicación
que busque estos diálogos y fomente empoderamientos colectivos planteará
de otra manera la idea de comunidad, ligada a las libertades e independencias
individuales, en una política de continuos acercamientos y compromisos
colectivos. Todo ciudadano tiene un saber y su propia verdad, se trata
mas bien de construir una solidaridad colectiva que signifique eficacias
y productividades concretas en la gestión local y más masiva.
- Finalmente quisiéramos
plantear que no hay un solo modelo o prototipo de ciudadano de primera
desde el que habría que juzgar a cada poblador. Mas bien se trata
de admitir que hay procesos diferentes de acercamiento a la ciudadanía,
con rutas de desarrollo a veces poco previstas. Se hace necesario re-conocer
a esos ciudadanos concretos existentes, comprender la cultura política
que han venido conformando, indagar sobre lo andado para desde allí
abonar en propuestas participativas, educativas y de diálogo. Se
trata de indagar en los nudos conflictivos de la construcción de
ciudadanía para desde allí adecuar los métodos de
trabajo y la educación ciudadana.
2. Los nuevos retos públicos
Le toca a la comunicación
la promoción del debate público dentro de un modelo comunicacional
que busca la creación y mantenimiento de “Redes de diálogo
y producción simbólica” diferenciándose del modelo
marketinero publicitario (sin negar algunos usos importantes del mismo)
y del difusionista centrado en la transmisión de información.
Se trata de definir una
comunicación que se coloque al centro de la creación y el
mantenimiento de lo público en el sentido constructivo, entendido
como intereses, espacios e imágenes comunes, que garanticen una
democracia culturalmente vivida, es decir asumida como valor y práctica.
Sabiendo que entre consumo y ciudadanía se gestan hoy articulaciones
significativas y que la democracia se relaciona mucho con los medios porque
mediante ellos se visibiliza el poder.
Desfilan así nuevas
líneas de trabajo tales como la producción amplia y concertada
de la agenda pública; la organización de un debate plural
que garantice escucha y respete y llegue a construir consensos, identificando
disensos claves para el aprendizaje y el ejercicio democrático;
la organización de relatos simbólicos recuperando la vida
e historia cotidiana y los conflictos del ser ciudadano hoy; discusiones
y producciones que alimenten las decisiones ciudadanas a tomar y abran
otros espacios de participación; que la ciudadanía forme
una demanda de calidad a los medios y puedan ejercer vigilancia sobre ellos;
que los programas políticos cambien totalmente siendo interesantes
y no banales. Es decir, una comunicación que cree y recree lo público
en relación con sus públicos ciudadanos. Una comunicación
que testee el poder y ayude a forjar otros equilibrios empoderando al ciudadano.
Ello pasa por organizar
un foro público permanente e incorporar a los sectores populares
como protagonistas importantes, no los únicos, y cuyos temas recojan
sus problemáticas y apunten a la inclusión social. Tarea
no sencilla pues no sólo es política sino que significa una
transformación de las narrativas y estéticas de comunicación
de manera que posibiliten una expresión y un diálogo plural
y creativo. Se trata de inducir un encuentro de la sociedad consigo misma
y con el futuro a buscar. Inclusive, las dimensiones educativas de carácter
ciudadano a incorporar no sólo deben estar presentes en los medios
sino en las prácticas directas de la población, moviendo
a la sociedad en su conjunto.
3. Tránsitos a
definir
En medio del camino, está
el proceso de transformación de una comunicación popular
a otra más ciudadana. Nos parece relevante el levantar algunos
ejes de cambio en sentido de tránsito. Señalamos algunos
pasos a dar que invitan a la producción práctica y teórica
colectiva, tales como:
a. De sujeto popular a ciudadano
empoderado
b. Del espacio territorial
comunitario a la generación de esferas públicas varias, movibles
y entrelazadas: local, regional, nacional, abierto al mundo. Lo nacional
como engranaje: justicia interna, recomposición de ubicación
en el mundo.
c. Recrear sentidos de comunidad
y las definiciones institucionales. Tipos diferentes de comunidad a promover
y articular. Las formales indispensables. Los medios las promueven no las
sustituyen. De consumo, de interpretación, de intereses.
d. La comunicación
como tema de agenda pública. el derecho de los receptores ciudadanos
a opinar, juzgar, proponer, vigilar:
-observación de medios
-expresión ciudadana
-libertad de expresión
y del consumidor, ética del equilibrio, democratización
e. La comunicación
en el desarrollo: la preeminencia de lo local desde el lugar donde se vive,
de la alternativa con participación (ciudadano con la banalización
del marketing). Lo social y lo político. El poder de politizar el
desarrollo y la comunicación social.
f. Participación
para la producción cultural universal. Pasar por
-reconocimiento
- democracia, debate,
propuesta
-influencia en decisiones:
empoderar
-hacia las redes universales
-la calidad de la
comunicación
g. Participación
desde la cotidianidad y el empodera-miento político: rehacer la
política
Nos queda todo un trabajo
por delante, que espero sea atendida por una academia que con un trabajo
riguroso en el nivel teórico e investigativo alimente su compromiso
social y le de sentido.
(*) Rosa María
Alfaro Moreno
Asociación
de comunicadores
Sociales
CALANDRIA - Perú.
Ilustraciones: Obras del artista popular norteamericano
Keith Haring (1958-1990). |
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